El original de cuya reproducción facsímil mostramos, se conserva en la Biblioteca Vaticana dieciocho folios, que contienen las epístolas de san Pedro, los cuales eran la parte final de un antiguo códice en papiro (signatura P72), bastante grueso, el cual, según la asumible hipótesis de M. Testuz, contaba al menos con 180 páginas, conservadas en gran parte. En efecto, el códice contenía probablemente una amplia antología de textos que comprendía el apócrifo Nacimiento de María (CANT 50), la correspondencia apócrifa entre san Pablo y los Corintios (CANT 211.IV), la IX Oda de Salomón, la Epístola de Judas, la Homilía de Melitón de Sardes sobre la Pascua (CPG 1092), un fragmento de un himno suyo (CPG 1093.17), la Apología de Filea (CPG 1672) y los Salmos 33 y 34, acabando con las Epístolas de san Pedro. Estos textos, tal como los hemos relacionados, responderían a los actuales Papiros Bodmer V, X, XI, VII, XIII, XII, XX, IX, VIII.
El códice, de forma casi cuadrada, está bien conservado por lo general. En muchos casos, los márgenes de los folios parecen que están íntegros, lo cual permite calcular las dimensiones originales del códice con bastante aproximación en unos 160 x 145 mm. Fue escrito por varias manos, probablemente cuatro, que se cree se han ido sucediendo entre el inicio del siglo III y la primera mitad del IV después de Cristo. La reunión de las varias partes que lo componían se debe haber producido en el transcurso del siglo IV.
Los folios que contienen las Epístolas de san Pedro, están escritos a línea tendida sobre una superficie de unos 125 x 100 mm y el número de líneas oscila entre 16 y 18. Los tres márgenes externos de la página, en los casos de mejor conservación, alcanzan los 15 mm. Como se puede encontrar también en otros códices papiráceos antiguos, cada cuadernillo está constituido por un bifolio. Una numeración de la página coetánea figura en letras griegas mayúsculas con valor numérico (del 1 al 36) en el centro del margen superior de cada una de las páginas de los folios conservados en la Vaticana.
En estos folios no se usa del todo scriptura continua, porque se dejan discretos espacios en blanco para señalar la separación de las palabras sueltas entre sí o bloques de palabras; también se recurre, para alcanzar el mismo fin, a prolongar el trazo final de la última letra de la palabra. Por el contrario, el recurso a interpunción entre las palabras se encuentra casi ausente. Esporádicamente se introduce el espíritu, en forma alargada y sin distinguir áspero y suave. A veces se encuentra el apóstrofo y puede verse la diéresis sobre la iota, ýpsilon y también alfa. Los nomina sacra aparecen abreviados por lo general, señalados mediante una larga línea sobrepuesta. Al final de la línea se abrevia la nasal ni, recurriendo a una pequeña línea sobrepuesta a la vocal que precede.
La escritura del Papiro Bodmer VIII, es una mayúscula sustancialmente derecha, aunque con leves oscilaciones, caracterizada por un trazado más bien rápido y sin contraste de gruesos y finos. El módulo de la letra tiene tendencia al cuadrado, pero no es del todo uniforme. Entre los elementos más reveladores de la existencia de una tendencia a la cursividad en esta escritura, se puede señalar el trazo de ataque horizontal o curvilíneo que con frecuencia liga una letra a la siguiente y particularmente la constante seudo-ligadura horizontal que aparece en la parte baja de la beta mayúscula. Esta tipología de escritura, bien disciplinada para su uso librario y con frecuencia usada para la transcripción de textos cristianos, no está muy lejana de grafías usuales que podemos encontrar también en papiros documentales de la misma época, de uso, sobre todo, en la correspondencia privada.
En las páginas 22 y 36, después del título final de ambas epístolas de san Pedro, se puede leer repetida la común fórmula de los escribas “Paz al que escribe y al que lee”, fórmula que está resaltada por el empleo de una decoración constituida por una pirámide invertida, coronada por una especie de signo de ese. En el folio 36, el título final se encuentra encerrado en una cartela.
No se conoce el lugar exacto donde el manuscrito fue encontrado, pero todo apunta a que es de origen egipcio. Dadas las dimensiones reducidas del manuscrito y a estar formado por una antología de textos, se ha supuesto que, mas que para la liturgia, fue pensado para uso privado.
Los folios que constituyen el Papiro Bodmer VIII fueron donados al papa Pablo VI por el coleccionista suizo Martín Bodmer en junio de 1969 y mantienen en la Biblioteca Vaticana la signatura original. Actualmente se conservan desencuadernados, protegidos cada bifolio, como es costumbre, por unas láminas de plexiglass, mientras que la encuadernación con que ingresó en la Biblioteca vaticana ha sido incorporada al fondo Encuadernaciones.
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